En fin, que hablábamos Rosa, y
este cardo, que es servidor, en la
sala ‘vip’ del estudio de las afueras,
donde habíamos de torear, por
fin, mano a mano, o sea juntos. Y
Rosa va y se pone de pie, y me
dice.
– Tico, ¿cómo me ves?’
–Te veo así como la rosa de Alejandría
que un día le llevé a la Begum,
la viuda del Aga Khan, en la
Isla Elefantina, en la mitad del
Nilo, cuando fui a verla, una rosa
hermosa, de tallo largo... Pero
aquella rosa tenía espinas, como
todas las rosas, hermosas... como
las rosas que hay en el breve jardín
del Palacio del Agua, de la plaza
del Cristo de las Azucenas del
Albaicín. ¿Cuáles son tus espinas,
Rosa?
–¿Yo?, ¿Yo espinas? Si acaso
tengo la espina de la muerte de mi
padre, que no se me va del pensamiento
-–desconfía de la rosa sin espinas,
niña. Que son rosas de invernadero,
rosas nacidas bajo los plásticos,
de Dios sabe dónde, qué maceta
de plexiglás. También aprovecho
para decírselo a las mujeres
granadinas que me aguantan los
domingos, y que sé que son algunas...
Se pone de pie, casi una palmera
con algo de chumbera, sobre los
altos tacones de aguja, elegante,
la cabeza muy rubia, dorada, como
la de esa actriz que tanto le gusta
a WodyAllen, y que ahora no recuerdo
su nombre... La cabeza,
como tallada, el cuello trémulo,
al aire, belleza de mujer, sí señor,
en la edad hermosa, criatura consciente
de su poderío, ya leyenda...¡
Ay aque llanoche de hace diez
años esta primavera, creo, que cantó
en Eurovisión, y nos puso el
vello de punta!
Pero, tomemos el hilo, viejo
temblón, que la Rosa mientras nos
llaman a arrebato, acabamos de
maquillarnos, ella unas pinceladas,
yo un trabajo profundo hasta
ponerme como un retablo –las
ojeras ya de Manolo Caracol, imposibles
de esconder, estas arrugas,
que parezco una persiana de
esparto, el pelo, que se me va, irremisiblemente–
pero nos hemos
visto los dos, por primera vez, la
Rosa y el chumbo, ella y servidor
en la sala de retoques, y nos hemos
dado un largo abrazo, como
si fuéramos primos…
–Es que parecéis hermanos que
no se han visto hace mucho tiempo...
–Es que somos hermanos que
no se han visto hace mucho tiempo,
pero que se quieren en la distancia…
En fin, que como me pregunta
le respondo.
– A mí me gustas mucho así,
Rosa, de negro, que siempre hay
que llevar luto por alguien
–¡Me lo vas a decir a mí!, ¿sabes
lo que te digo?, queme voy a cambiar
a un traje más alegre ¿vale?
Pues ahora vuelvo.
Con ella, su ahora fiel secretaria
Isabel, del Zaidín, que lleva la
apretada agenda de la artista de
Armilla...
Y volvió vestida de blanco,muy
blanco, con una falda corta, muy
corta… Tal vez demasiado corta ,
vamos, porque cuando cambiaba
el tercio, o sea, cuando cruzaba las
piernas, escalofrío, no sólo en este
viejo cuerpo febril, ésta se puede
convertir en una crónica eroticomedina,
pero no lo es, yo soy siempre
un reportero de la verdad, al
menos de mi verdad...¿me perdonan?
–Oye, ¿y el ‘garlochi’, como
anda?
–¿Y tú cómo sabes que al corazón
los que son gitanos le llaman
el ‘garlochi’?
-–Porque conozco como pocos
la vieja lengua romaní, y sé que
tú, Rosa, algo tienes de gitana ¿o
me estoy equivocando?
–Pues no, que sabes mucho tú,
Tico, prenda. El corazón solo, hasta
que llegue lo que tiene que llegar,
quieto el ‘garlochi’, que mejor
es que no sufra… almenos por
ahora.
–¿Pero tu ‘garlochi’ busca sin
encontrar?
–Lo que esté de Dios, será.
Mientras tanto, hago lo que tengo
que hacer, me cuido, mi ensayo,
hago deporte diario…
–Aver cuando vas a correr un
rato por mi parque Rosa, y si lo haces me
avisas.
–Ya me han dicho que es el mejor
sitio para hacer deporte, y además
lo tengo cerca de mi casa, en
Armilla, que a ver cuando vas a
verme un dia.